Thursday, October 8, 2009

Ejercicio 4: Boy, one day you´ll be a man

De tres hermanos, soy la más pequeña, de casi 50 primos, también soy la más pequeña, de mis amigas, casi siempre fui la más pequeña (de edad, naturalmente, mi estatura es desorbitada). Tales situaciones me llevaron a aprender las artes de la sumisión y el rencor; recuerdo cuando Manuel, mi hermano 6 años mayor, se vengaba conmigo de lo que Rafa, nuestro hermano 12 años mayor, le hacía cuando tenía mi edad. Yo lo veía extrañada preguntándole por qué me trataba así, si sabía perfectamente que yo no podía vengarme con nadie: ni amigos, ni primos, mucho menos hermanos. Me pareció siempre la cosa más injusta, pero esperé pacientemente a crecer, sabía que mi momento llegaría y así le iba a demostrar al mundo lo 'adulta' que podía llegar a ser, incluso con 15,  ó 16 años.
La oportunidad llegó (ajá) cuando acababa de cumplir 17 primaveras y me hice de un novio no dos, no tres, no cuatro ni cinco ni seis años mayor: DIEZ, el hombre me llevaba diez malditos años. Ah, pero cómo lo amaba (según yo). Sonreía altaneramente al pensar que los había superado a todos... So boba. Llegó el mal día en el que me di cuenta de la pendejada que estaba haciendo, de que la madurez está en la mente: no tienes que demostrarle nada a nadie; y no porque este hombre fuera malo y su edad representara su adultez: no, sino porque caí en cuenta, gracias a que me botó, que para ser grande no se necesita tomar de la mano a un hombre siendo una niña, tampoco tener 27 si en tu mente sigues siendo un pinche puberto indeciso, no, lo que se requiere para eso, es voluntad, y me he dado cuenta de eso ahora que mi actual novio me lleva diez años también y no le causa el mayor problema presentarme como su novia de 18. Querer es poder ¿qué no? 

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