Tuesday, January 26, 2010

¿Celosa, yo?

Sí y mucho. Lo que no me enseñó a hacer mi mamá, es armar escenitas ni panchos en público, tampoco soy buena conjugando el verbo reclamar. O ya ni sé… Meh.

Tengo bien clara la primera vez que sentí celos. Mi primer novio formal y con el que duré varios años hablaba siempre de Hugo, uno de sus mejores amigos. No había día ni conversación donde no lo mencionara. El tipo en cuestión era sencillamente único en su especie, o por lo menos así sonaba en propia voz de mi entonces novio. Algo así como una monedita de oro con piernas y brazos.

El tiempo pasaba y los increíbles comentarios sobre él seguían; a mí ya hasta me caía mal. Mi ego y yo no podíamos creer que MI NOVIO hablara tantas y tantas maravillas de alguien que no fuese yo. Já.
Y el inevitable día en que, entre otras cosas lindas, habría de conocer –por fin- al chico detrás de tan geniales descripciones y anécdotas mágicas, llegó. Me negué un poco, y pospuse hasta donde pude la tan esperada presentación. 
Recuerdo perfectamente bien ese día. Era una lluviosa tarde de diciembre y hacía calor. Estaba en casa de mi novio viendo la tele mientras esperábamos a que su súper amigo llegara. Lo había planeado todo. Tenía preparada mi mejor y más hipócrita sonrisa para después analizarlo poco a poco y encontrarle los trescientos cincuenta y seis defectos que de seguro tenía bien guardaditos. Y entonces, tocó. Mientras bajaba las escaleras seguía pensando en la manera en cómo debía actuar y de qué podríamos hablar.
Me sorprendió desde que abrí la puerta. Una inmensa sonrisa y un largo y cálido abrazo le sirvieron para desarmarme. –No saben cuánto amo los abrazos-.

Fue así como toda una vida de complicidad comenzó… Y esa es –también-, la manera en cómo yo conocí a Hugo, mi mejor amigo, mi hermano del mal.
:D

Thursday, January 21, 2010

me enseñaste que los celos son traviesos que es mitad falta de sesos y mitad inseguridad

Yo nunca he sido celoso, pero tampoco soy un pendejo.

Capítulo 1: La mujer celosa

Hasta me levanté temprano ese día, como de costumbre hice todas mis actividades cotidianas, ¿estaba nervioso? Si, si lo estaba, no todos los días tengo una cita con una mujer que me gusta. Porque para que a mi me guste alguien, está cabrón. Y nadie sabía nada de esa cita, era un secreto entre ella, mi conciencia y yo.

Entré al cuarto por mi ropa para cambiarme, y ella me estaba mirando con extrañeza, debí notar antes que ese día estaba más alegre y más jovial de lo normal, y ese fue el error que me delató. Entonces ella empezó con el interrogatorio...

-A dónde vas?-
-Por ahí-
-Vas con tus amigos?-
-No?-
-Entonces?-
-Porqué quieres saber?-
-¿Con quién vas a ir entonces? ¿Vas a ir a ver a esa vieja verdad?-
-No empieces por favor, no quiero discutir-
-¿Ayer también la viste o no es cierto? ¿Ese mensaje que te llegó anoche era de ella verdad?-
-...-
-¿Entonces?-
-¿Entonces qué?-
-¿Vas a ir con ella? dime la verdad-
-Bueno y si si fuera a ir con ella ¿Qué!?-
-O sea que si la vas a ver-
-Ya! carajo! ya!. Si, si voy a ir a verla, aunque te moleste... ya estoy lo suficientemente grandecito para salir con quien me de la regalada gana!, ninguna mujer me había celado como tú mamá, pobre de mi papá-

La moraleja es muy sencilla, no hay mujeres más celosas que las madres. Un saludo a doña Clarita que es como otra madre para mi.

Capítulo 2: El hombre celoso

Cuando estudiaba en la Real y Pontificia Universidad La Salle, tuve un amigo que alguna vez formalizó su relación con una chava, la cual el perjuraba, que no le importaba, que no la quería y que ni le gustaba(en la historia de la humanidad eso le ha pasado a muchos hombres), el tiempo pasó y todo transformó...

Un buen día mientras estábamos en clase, note que mi amigo, al que llamaré RR, tenía un comportamiento raro, extraño, a lo cual no preste demasiada atención. Cuando salimos de clase, nos dirigimos al lugar donde siempre íbamos a tirar la hueva, mientras todos hablábamos muchas estupideces como era nuestra fiel costumbre, RR se mantenía ajeno a toda conversación, no prestaba atención a nuestros comentarios, y tenía la mirada perdida a lo lejos, miraba a toda la gente con recelo, movía la cabeza de un lado a otro en un vaivén constante como buscando a alguien entre la multitud de estudiantes que por el campus pasaban

Cuando de pronto toda su postura cambió, como si de repente hubiese encontrado el objetivo que buscaba, y solo seguía con la mirada a una pareja que se movía hacia las bancas que estaban atrás de los bambúes lo cual impedía la visibilidad de lo que la pareja hacía.

Entonces RR con una voz contrariada, la pupila dilata y el pulso de maraquero, muy nerviosamente se me acerco y en voz baja me dijo: -Gúey, hazme un favor- a lo que yo sin reparo e intrçegrado le dije: -Simón, qué pez?- Me hizo acompañarlo cerca de los bambúes y tuvimos la siguiente conversación:

RR: Güey, ¿ves a esos que están ahí sentados en la mesita?
Yo: Simón
RR: Quienes son?

Me acerqué un poco para que los bambúes no me estorbaran y tratar de contestar a la pregunta de RR, yo aún no entendía que pasaba. Una vez habiéndome acercado, encontré a un tipo desconocido para mi y a la novia de RR sentados en aquella mesita, y regresé a donde se había quedado RR.

RR: Es mi vieja cabrón!?
Yo: No manches si, pero no conocía a su hermano.
RR: No seas pendejo, no es su hermano, ese cabrón quería con ella.
Yo: Ahh!
RR: Güey, eres mi amigo?
Yo: Tú sabes que si.
RR: Bueno, entonces ve a matar a ese cabrón.
Yo: No mames, no voy a hacer eso
RR: bueno, pégale en la cabeza y déjalo inconsciente
Yo: Oye pero como sabes que iban a venir aquí?
RR: Es que estuve revisando el celular de esa vieja
Yo: vete al carajo... ya me voy

Y la moraleja es muy sencilla las mujeres son unos seres malvados por ver a escondidas a sus ex novios, digo si no tenía nada de malo le hubiera avisado a RR, el pobre tuvo que andar buscando información en celulares ajenos

Tuesday, January 19, 2010

Me enseñaste que los celos son traviesos que es mitad falta de sesos y mitad inseguridad.

Difícil superar el texto de Frank.


La primera vez que sentí celos siendo total y completamente consciente de ellos, fue por la cosa más absurda del mundo: Winnie the Pooh, sí, era fan, una GRAN fan. A pesar de que ya no era una mocosa de 3 años, me moría por comprar todo lo que salía del 'Osito bobito', así fuera un móvil para la cuna, una andadera, etcétera, afortunadamente mis papás se daban cuenta del grado de ridiculez que esto representaba y sólo me conseguían libros, calcomanías, un póster hermoso y cuadernitos, nada que me dejara en vergüenza, o al menos no una que tuviera dimensiones de por vida embarazosas (supongo que lo lograron, pues me encuentro escribiendo esto). El caso es que un día llegó Ale, la hija de una amiga de mi mamá (con quien por cierto me encuentro tomando un curso de manejo, meh) haciéndole saber a todo el mundo que ella también era fan de Pooh ¿porrrr qué no? Inmediatamente sentía la rabia hacer surcos rosados en mis cachetes, y escondiéndome en el baño, rompí a llorar. No me bastó con hacer hacer berrinche, no, todavía tuve la desfachatez de escribirle una carta anunciándole que YO era más fan de Winnie Pooh que ella. Creo que eso me dejó ver peor que haber tenido un móvil musical encima de mi cama. Todavía no me lo perdona. 


Pero bueno, quizá con mi pequeña reacción kindergardeana debí haber aprendido la lección y relajarme, sólo que no lo hice, pues volvieron a suceder cosas parecidas cuando Catherine Zeta-Jones sustituyó al oso y a Selena, de quien también fui fan, pero no celé porque estaba muerta (ya sé, Pooh es una caricatura, déjenme); estaba un día en el cine con mi papá haciendo fila para ver The Terminal, éramos, porrrr supuesto, los primeros. Sostenía yo las palomitas y me latía fortísimo el corazón, tanto como si más que una presentación cinematográfica hubiese estado acudiendo a una obra de teatro. Bueno, en resumidas cuentas, no me cabía en el pecho tan grande emoción, así que dentro de mi nerviosismo volteé a ver la fila que aguardaba detrás de nosotros ¡Uy! la nena Adriana en vez de ponerse feliz porque su querida Catherine era 'famosa', quiso llorar (de nuevo) por saberse aplastada entre los fans, que en realidad ni eran fans, sólo gente aburrida que no encontró nada mejor para ver en el cine, y que si habían elegido por gusto la película, seguro su razón no era la señora de Douglas, sino Tom Hanks, so boba. Total que no lloré porque esas escenitas tontas le molestaban sobremanera a mi papá, pero eso sí, deseé con todas mis fuerzas que los comensales fuesen aplastados dolorosamente por mi furia. Lo peor es que hubieron varios episodios así: cuando fui a Liverpool con mi hermano, y el perfume de la semana era Provocative woman de Elizabeth Arden, ¿y quién era la imagen de éste? ¡Catherine! así que el piso estaba tapizado de ella, ¿qué hice yo? enojarme porque todo Guadalajara iba a verla ¡¿qué demonios?! ¡ah! y varios días después regresé con mi papá quien dijo algo como: 'Uy, ¿no me querrán regalar un póster para ponerlo en mi clóset?' ¡Por Dios! ¿cómo mi papá iba a quererlo si YO era la fan? Le hice saber mi molestia y por fin soltó lo que todo mundo quería decir: 'Adriana, tienes problemas.'


Quizá me faltan sesos, o seguridad... Niña traviesa. 

Me enseñaste que los celos son traviesos que es mitad falta de sesos y mitad inseguridad.

Cabe aclarar algo desde el inicio del post. Yo soy una persona celosa. Con el tiempo he aprendido a lidiar mejor con los celos, pero a veces me hierve la sangre y no lo puedo soportar, ahí es donde la gente debe correr, porque o me voy a embriagar o me voy a sumir en una terrible depresión, obviamente la gente no debe estar cerca de mí cuando alguno de los dos escenarios ocurre. Aclarado este punto, ahora si a donde iba.

El otro día estaba contando esta misma historia. Sucedió por ahí del año 2003, yo tenía escasos 18 años y la dueña de mis pensamientos había tomado la decisión de salir con otra persona, o sea que me habían dado vajilla con la chava que me gustaba y yo sabía quién era el susodicho. Un día me encontré al grandísimo cabrón esperando el metro en la misma estación, el mismo sentido y la misma hora que yo.

Fue ahí cuando se me ocurrió una de mis más grandes ideas; Empujarlo a las vías y dejar que el tren hiciera el resto, pero no todo era tan sencillo, tenía que hacerse con sumo cuidado, tampoco era mi intención pasar los siguientes veinte años en prisión. El plan era el siguiente: Esperar a que saliera de la casa de esta chava, seguirlo hasta el metro, esperar a que se acercara el tren y empujarlo. Hasta ese punto, era la parte sencilla, lo interesante venía después. En mi cabeza había muchísimos escenarios.

El primero, el que yo llamo el Mark David Chapman que consiste en esperar a ver como el sujeto en cuestión es destrozado lentamente. El problema en este escenario es que los policías llegarían rápidamente y me preguntarían “¿Sabe lo que acaba de hacer?” a lo que yo contestaría “Si, acabo de aventar a un cabrón al metro”.

El segundo es el Carlito´s Way que consiste en empujar al tipo al metro y correr hacia el sentido contrario o en el caso de que fuera una estación con transborde, correr a otra línea y tomar otro tren y huir impunemente.

El tercero es el Hit & Run donde básicamente empujas a la persona al metro y sales corriendo de la estación, tratando de dejar atrás a los policías o algún civil que se haya indignado por tu acción, hasta perderlo y tomar un taxi que te lleve directamente a tu casa de donde no saldrás en los próximos 45 días.

Había elegido el segundo escenario, pero afortunadamente hubo dos factores que no había tomado en cuenta y que me salvaron de un futuro en la cárcel. La muchacha en cuestión vivía aproximadamente a quince cuadras del metro, distancia considerable para caminar después de haberte echado un faje, mas no así para alguien tan huevón como yo. Y el segundo y más importante, que un día camino al metro, otra jovencita de no malos bigotes me sonrío.