Tuesday, January 19, 2010

Me enseñaste que los celos son traviesos que es mitad falta de sesos y mitad inseguridad.

Difícil superar el texto de Frank.


La primera vez que sentí celos siendo total y completamente consciente de ellos, fue por la cosa más absurda del mundo: Winnie the Pooh, sí, era fan, una GRAN fan. A pesar de que ya no era una mocosa de 3 años, me moría por comprar todo lo que salía del 'Osito bobito', así fuera un móvil para la cuna, una andadera, etcétera, afortunadamente mis papás se daban cuenta del grado de ridiculez que esto representaba y sólo me conseguían libros, calcomanías, un póster hermoso y cuadernitos, nada que me dejara en vergüenza, o al menos no una que tuviera dimensiones de por vida embarazosas (supongo que lo lograron, pues me encuentro escribiendo esto). El caso es que un día llegó Ale, la hija de una amiga de mi mamá (con quien por cierto me encuentro tomando un curso de manejo, meh) haciéndole saber a todo el mundo que ella también era fan de Pooh ¿porrrr qué no? Inmediatamente sentía la rabia hacer surcos rosados en mis cachetes, y escondiéndome en el baño, rompí a llorar. No me bastó con hacer hacer berrinche, no, todavía tuve la desfachatez de escribirle una carta anunciándole que YO era más fan de Winnie Pooh que ella. Creo que eso me dejó ver peor que haber tenido un móvil musical encima de mi cama. Todavía no me lo perdona. 


Pero bueno, quizá con mi pequeña reacción kindergardeana debí haber aprendido la lección y relajarme, sólo que no lo hice, pues volvieron a suceder cosas parecidas cuando Catherine Zeta-Jones sustituyó al oso y a Selena, de quien también fui fan, pero no celé porque estaba muerta (ya sé, Pooh es una caricatura, déjenme); estaba un día en el cine con mi papá haciendo fila para ver The Terminal, éramos, porrrr supuesto, los primeros. Sostenía yo las palomitas y me latía fortísimo el corazón, tanto como si más que una presentación cinematográfica hubiese estado acudiendo a una obra de teatro. Bueno, en resumidas cuentas, no me cabía en el pecho tan grande emoción, así que dentro de mi nerviosismo volteé a ver la fila que aguardaba detrás de nosotros ¡Uy! la nena Adriana en vez de ponerse feliz porque su querida Catherine era 'famosa', quiso llorar (de nuevo) por saberse aplastada entre los fans, que en realidad ni eran fans, sólo gente aburrida que no encontró nada mejor para ver en el cine, y que si habían elegido por gusto la película, seguro su razón no era la señora de Douglas, sino Tom Hanks, so boba. Total que no lloré porque esas escenitas tontas le molestaban sobremanera a mi papá, pero eso sí, deseé con todas mis fuerzas que los comensales fuesen aplastados dolorosamente por mi furia. Lo peor es que hubieron varios episodios así: cuando fui a Liverpool con mi hermano, y el perfume de la semana era Provocative woman de Elizabeth Arden, ¿y quién era la imagen de éste? ¡Catherine! así que el piso estaba tapizado de ella, ¿qué hice yo? enojarme porque todo Guadalajara iba a verla ¡¿qué demonios?! ¡ah! y varios días después regresé con mi papá quien dijo algo como: 'Uy, ¿no me querrán regalar un póster para ponerlo en mi clóset?' ¡Por Dios! ¿cómo mi papá iba a quererlo si YO era la fan? Le hice saber mi molestia y por fin soltó lo que todo mundo quería decir: 'Adriana, tienes problemas.'


Quizá me faltan sesos, o seguridad... Niña traviesa. 

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