Cabe aclarar algo desde el inicio del post. Yo soy una persona celosa. Con el tiempo he aprendido a lidiar mejor con los celos, pero a veces me hierve la sangre y no lo puedo soportar, ahí es donde la gente debe correr, porque o me voy a embriagar o me voy a sumir en una terrible depresión, obviamente la gente no debe estar cerca de mí cuando alguno de los dos escenarios ocurre. Aclarado este punto, ahora si a donde iba.
El otro día estaba contando esta misma historia. Sucedió por ahí del año 2003, yo tenía escasos 18 años y la dueña de mis pensamientos había tomado la decisión de salir con otra persona, o sea que me habían dado vajilla con la chava que me gustaba y yo sabía quién era el susodicho. Un día me encontré al grandísimo cabrón esperando el metro en la misma estación, el mismo sentido y la misma hora que yo.
Fue ahí cuando se me ocurrió una de mis más grandes ideas; Empujarlo a las vías y dejar que el tren hiciera el resto, pero no todo era tan sencillo, tenía que hacerse con sumo cuidado, tampoco era mi intención pasar los siguientes veinte años en prisión. El plan era el siguiente: Esperar a que saliera de la casa de esta chava, seguirlo hasta el metro, esperar a que se acercara el tren y empujarlo. Hasta ese punto, era la parte sencilla, lo interesante venía después. En mi cabeza había muchísimos escenarios.
El primero, el que yo llamo el Mark David Chapman que consiste en esperar a ver como el sujeto en cuestión es destrozado lentamente. El problema en este escenario es que los policías llegarían rápidamente y me preguntarían “¿Sabe lo que acaba de hacer?” a lo que yo contestaría “Si, acabo de aventar a un cabrón al metro”.
El segundo es el Carlito´s Way que consiste en empujar al tipo al metro y correr hacia el sentido contrario o en el caso de que fuera una estación con transborde, correr a otra línea y tomar otro tren y huir impunemente.
El tercero es el Hit & Run donde básicamente empujas a la persona al metro y sales corriendo de la estación, tratando de dejar atrás a los policías o algún civil que se haya indignado por tu acción, hasta perderlo y tomar un taxi que te lleve directamente a tu casa de donde no saldrás en los próximos 45 días.
Había elegido el segundo escenario, pero afortunadamente hubo dos factores que no había tomado en cuenta y que me salvaron de un futuro en la cárcel. La muchacha en cuestión vivía aproximadamente a quince cuadras del metro, distancia considerable para caminar después de haberte echado un faje, mas no así para alguien tan huevón como yo. Y el segundo y más importante, que un día camino al metro, otra jovencita de no malos bigotes me sonrío.
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